Joseph Conrad nació en Polonia en 1857 y en el deambular de su vida llegó como capitán de barco al Congo Belga contratado por la Compañía, una siniestra organización dirigida por el rey de los belgas Leopoldo II dedicada a saquear las riquezas del sufrido continente africano.
En Mad Men se fuma a todas horas y las mujeres llevan altos tacones y ceñidos vestidos de una elegancia deslumbrante. El vestuario y la ambientación histórica de una época, los años sesenta, es uno de los principales aciertos de este melodrama de hombres confusos y mujeres luchadoras.
La metamorfosis comienza así: “Cuando Gregor Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto”
Frío, fundamentalmente frío es lo que se siente cuando se lee El silencio Blanco y otros cuentos. En varios de ellos este frío llega a la desesperación, especialmente en el angustioso relato “Encender la hoguera” en el que la vida depende de que una cerilla se encienda.
En Cien años de soledad la vida es cíclica, un mágico círculo cerrado que comienza con la fundación de Macondo y termina con el último de la estirpe. José Arcadio y Úrsula dan inicio a esta saga familiar de seres marcados por la soledad y por un destino escrito en un pergamino.
Thomas Shelby es un ser impertérrito, frío y calculador… salvo cuando sufre sus crisis crónicas de ansiedad consecuencia de las miserias y terrores que padeció en las trincheras durante la Primera Guerra Mundial, que justo acaba de terminar cuando comienza la serie.
Sin noticias de Gurb cuenta las andanzas de dos extraterrestres que llegan a la tierra para aterrizar en Sardanyola un municipio muy cerca de Barcelona, de donde es oriundo el autor de esta corta y divertida novela, Eduardo Mendoza.
No sabemos si recomendárselo… es un libro pedante: “Continuó Lord Henry, con su voz baja y musical y con aquella graciosa flexión de mano que fue siempre tan característica en él y que ya tenía en la época de Eton”
House es un doctor que dirige un equipo de diagnóstico en el hospital Universitario Princeton de New Jersey. En uno de los capítulos un paciente le viene a decir al Dr. House algo así como: “Usted debe ser un médico excepcional, porque si no, con lo gilipollas que es, hace tiempo que le habrían echado”.
Cuando recuerdo mi infancia me pregunto cómo pude sobrevivir siquiera. Fue, naturalmente, una infancia desgraciada, se entiende: las infancias felices no merecen que les prestemos atención. La infancia desgraciada irlandesa es peor que la infancia desgraciada corriente, y la infancia desgraciada irlandesa católica es todavía peor