Cuentos de Borges
Hemos hecho nuestra propia división de los cuentos de Borges en tres categorías: los sencillos, los laberínticos y los indescifrables. Categorizar sirve para escoger y ponemos nuestras preferencias en los primeros, aceptamos con esfuerzo los segundos y rechazamos por soporíferos los últimos.
Algunos ejemplos de los de fácil lectura y comprensión son:
El Sur, en el que un convaleciente que ha estado a las puertas de la muerte viaja al sur para encontrarse de nuevo con la muerte.
“Se acurrucaba inmóvil como una cosa, un hombre muy viejo. Los muchos años lo había reducido y pulido como las aguas a una piedra o las generaciones de los hombres a una sentencia”.
Funes el memorioso, que narra la vida de un joven de diecinueve años “monumental como el bronce, más antiguo que Egipto, anterior a las profecías y a las pirámides“ que puede recordar, segundo a segundo, todo lo que le ha acontecido en su vida.
El impostor inverosímil Tom Castro, que nos habla de Tom un ser “de sosegada idiotez. Lógicamente hubiera podido (y debido) morirse de hambre, pero su confusa jovialidad, su permanente sonrisa y su mansedumbre infinita le conciliaron el favor de cierta familia de Castro, cuyo nombre adoptó” y que tiene la pretensión de hacerse pasar por un elegante francés desaparecido en un naufragio.
O Emma Sunz, quien sacrifica su cuerpo para lograr su venganza “fue una herramienta para Emma como ésta lo fue para él, pero ella sirvió para el gozo y él para la justicia”.
Y si les hemos puesto un párrafo de cada uno de los cuentos es para que aprecien lo bien que escribe Borges, con esa precisión suya tan fuera de lo común.
Luego vienen los laberínticos que son más complicados de leer, por la temática y la filosofía que esconden y entre los que situamos el Aleph, El Inmortal, El jardín de los senderos que se bifurcan o Pierré Menard, autor del Quijote, que para que se hagan una idea versa sobre el tal Pierré, un francés que en el siglo XVII pretende escribir el Quijote. “No se proponía copiarlo. Su admirable ambición era producir unas páginas que coincidieran – palabra por palabra, línea por línea – con las de Miguel de Cervantes”. Ya ven que el argumento se las trae.
Y por último los indescifrables. Llenos de datos bibliográficos, de historias que no se sabe en dónde desembocan y de aburridos trabalenguas, que, la verdad, no les hemos pillado el gusto… será por falta de erudición.
Borges nace de Buenos Aires en 1899 y muere en Ginebra, Suiza, en 1986 que es donde está enterrado. Escribió muchos cuentos pero ninguna novela, porque como el mismo advertía para qué malgastar páginas y páginas en una idea que se puede resumir en pocos minutos. Borges siempre fue a su aire, con su particular filosofía cercana al anarquismo que no admite componendas ni de un lado, ni del otro. Criticado o ensalzado, a Borges, en su laberinto, le daba igual.
CONSEJOS PARA LEER LOS CUENTOS DE BORGES
Los dos libros más conocidos de Borges son El Aleph y Ficciones, y en los dos encontrará una amplia variedad de los tipos de cuentos que les hemos mencionado en este artículo. Nuestra recomendación es que vayan escogiendo, y si se aburren demasiado con alguno, déjenlo y pasen al siguiente.
En el Alhep Borges escribe: “Tan ineptas me parecieron esas ideas, tan pomposa y tan vasta su exposición, que las relacioné inmediatamente con la literatura; le dije que por qué no las escribía”. Lo de pomposo nos suena a pura ironía. Y un poco más abajo explica lo que nos parece una acertada manera de ponerse a escribir: “primero abría las puertas de la imaginación; luego hacía uso de la lima”. La imaginación de Borges es desbordante, y su lima afilada como escarpelo de diseccionar.