Si esto es un hombre
Primo Levi no era escritor, era químico, y si escribió el libro Si esto es un hombre fue por un número, el 174.517, con el que le tatuaron el brazo cuando ingresó en el campo de concentración de Auschwitz. A partir de ese instante dejó de tener nombre, posesiones, dignidad y un futuro, para convertirse en un despojo humano muerto de frío y de hambre destinado al trabajo extenuante y al aniquilamiento en la cámara de gas.
“Los personajes de estas páginas no son hombres. Su humanidad está sepultada (…) Los SS malvados y estúpidos, los Kapos, los criminales (…) hasta los prisioneros indiferentes y esclavos, todos los escalones de la demente jerarquía querida por los alemanes, están paradójicamente emparentados por una unitaria desolación interna”.
En este mundo miserable en el que no hay hombres Levi encuentra una excepción en su amigo Alberto Dalla Volta “solo tiene veintidós años, dos menos que yo. Ha entendido antes que nada que esta vida es una guerra; no se ha concedido ninguna indulgencia, no ha perdido el tiempo en recriminaciones o quejas de sí mismo o de los demás, sino que desde el primer día ha bajado al campo de batalla” y Alberto sobrevive como puede y a pesar de todo “no se ha convertido en una persona triste”. Alberto murió en enero de 1945 en una de las marchas de la muerte con las que se evacuó el campo de concentración ante la inminente llega de las tropas rusas. Les mostramos aquí su rostro para que reconozcan al personaje y su voluntad de vivir, y para que sean conscientes de que Alberto Dalla Volta valía mil veces más que los obtusos alemanes que le consideraban un ser inferior.
La otra excepción es Lorenzo Perrone, un trabajador civil italiano quien ayudó a Levi desinteresadamente compartiendo con él su ración de comida diaria. Levi escribe: “Creo que es a Lorenzo a quien debo estar vivo” no tanto por la ayuda material que le prestó si no sobre todo porque “Lorenzo era un hombre; su humanidad era pura e incontaminada, se encontraba fuera de este mundo de negación. Gracias a Lorenzo no me olvide yo mismo de que era un hombre”.
Al finalizar la guerra Levi le buscó y lo encontró en Fossano. Los horrores que había visto le habían afectado demasiado y había caído en la bebida y perdido su trabajo, a pesar de que Levi trató de ayudarlo Lorenzo murió de tuberculosis a los 48 años, en junio de 1952. En 1998, Lorenzo Perrone fue reconocido como uno de los Justos entre las Naciones.
Primo Levi le sobrevivió hasta 1987 cuando murió al caer por unas escaleras en extrañas circunstancias. Para entonces había escrito muchos libros y guardado fielmente la memoria de lo que sucedió. Todo había comenzado con un número tatuado en un brazo y terminó en una tumba con ese mismo número grabado en la piedra: 174.517.
CONSEJOS PARA LEER SI ESTO ES UN HOMBRE
Todos los libros están compuestos de dos factores determinantes, la historia y como se cuenta esa historia. En el caso de Si esto es un hombre, la historia le vino dada a Primo Levi, y es muy buena, lo sorprendente es que quien no tenía nada que ver con la literatura la escribiera tan bien. Sería por, como dice en el prólogo, “la necesidad de hablar a los demás, de hacer que el mundo supiese” lo que había pasado en Auschwitz. Y para que no haya duda sobre la veracidad de los hechos termina así: “Me parece superfluo añadir que ninguno de los datos del libro ha sido inventado”.
Hemos leído la edición de PENÍNSULA IMPRESCINDIBLES que tiene una acertada traducción de Pilar Gómez Bedate pero a la que le ponemos dos pegas, no nos gusta la portada, demasiado dramática, y como en el campo de concentración se hablan muchos idiomas aparecen textos en francés, alemán, o húngaro que no se traducen y por tanto no nos enteramos que nos están contando. No cuesta nada poner un asterisco y una nota a pié de página. El libro tiene un apéndice de 1976 del propio Primo Levi que consideramos, simplemente, prescindible.
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