La naranja mecánica
La naranja mecánica se inicia bajo la mirada retadora y burlona de Alex, un inquietante joven con sombrero de hongo que expone sus perversos pensamientos a los sones de la celestial música de Henry Purcell. Alex dice así:
“Ahí estaba yo, es decir, Alex y mis tres drugos, o sea Pete, Georgie y Dim. Estábamos sentados en el Milk Bar Korova exprimiéndonos las rasureras para encontrar algo con que ocupar la noche. En el Korova Milk Bar servían leche plus, leche con velloceta o con dencromina… que es lo que estábamos tomando. Eso nos aguzaba los sentidos y nos dejaba listos para una nueva sesión de ultra-violencia.”
Así que prepárense para una alucinada experiencia de ultra-violencia. Bajo la siempre maestra batuta del cineasta Stanley Kubrick nos adentramos en un mundo distópico creado por la imaginación del escritor Anthony Burgess autor de la novela homónima en la que se basa la película. La utopía es un modelo para una sociedad ideal en la que la pobreza y la violencia han sido minimizadas, pues distopía es la palabra contraria, en la que ese ideal ha degenerado en la violencia extrema. Alex y sus tres drugos salen del Korova Milk Bar dispuestos a machacar el cráneo de todo aquel que se cruce en su camino.
Las autoridades, desesperadas, solo encuentran una solución a este caos: El método Ludovico. El planteamiento es sencillo, si asociamos las imágenes de asesinatos, violaciones y torturas a un nauseabundo deseo de vomitar conseguiremos erradicar la violencia. Alex, que ha caído preso, se somete al tratamiento y después de las correspondientes sesiones sale libre de la cárcel y de todo deseo de matar a su vecino. Su transitar por las calles de su violento pasado va de vomitona en vomitona como no puede ser menos en un mundo distópico que no ha catado su medicina.
Este es el argumento, y este el personaje, y si por si solos serían suficientes para encumbrar a la película añadiremos entre sus otras grandes virtudes el Nadsat, que es una jerga ficticia inventada por el propio escritor en la que se mezclan palabras de origen eslavo y gitano y en la que una chica es una “debochca”, “me duele la quijotera” es me duele la cabeza y cuando violan a una mujer Alex le dice al marido que contempla horrorizado la escena: “videa bien, hermanito, videa bien” en vez de mira bien. Todo un portento de expresiones que le dan a los diálogos ese toque tan particular. Finalmente añadiremos una lograda estética y una escogida banda sonora en la que la ultra-violencia se mezcla con los enérgicos acordes de la séptima sinfonía del ”divino Ludwig van Beethoven”.
CONSEJOS PARA VER LA NARANJA MECÁNICA
La naranja mecánica es de esas películas que se pueden ver una y otra vez, una divertida mezcla de ocurrencias y salvajadas que, cuando has asumido el argumento, hace que te lo pases muy bien. Sus detractores lo consideran una exaltación injustificada de la violencia pero yo no le daría demasiadas vueltas, es una buena película y tampoco creemos que pretenda mucho más. El libro de Anthony Burgess sí que lo pretendía, ya que concluye con una cierta esperanza en la regeneración del ser humano que la película omite.
El título resulta un tanto extraño de explicar y viene de la expresión inglesa “As queer as a clockwork orange», que podría traducirse como «Tan raro como una naranja de relojería». Básicamente hace referencia al intento del método Ludovico de tratar la mente del ser humano como si fuera un mecanismo.
Del mismo director, Stanley Kubrick, les recomendamos la película de terror El resplandor.
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