El bufón calabacillas
El cuadro más famoso de Diego Velázquez es las Meninas que está en la sala de honor del museo del Prado, pero no lo va a poder disfrutar en plenitud porque siempre está rodeado de una densa barrera de admiradores y curiosos, unos en silencio y otros con la única aspiración de poder decir yo estuve allí, que de todo a de haber en los templos del arte. Así que nuestra propuesta es que salga del barullo y se acerque a disfrutar del más humilde y humillado de los cuadros: El bufón Calabacillas.
Sala de honor del museo del Prado.
Diego Velázquez es el don natural por excelencia. Para que se hagan una idea de lo que les decimos solo hace falta admirar un cuadro, El aguador de Sevilla, pintado en 1620 a la temprana edad de veintiún años.
Esas mínimas pinceladas que le sirven para representar una copa de vidrio, ese rostro adusto y esa mano sobre el cántaro con estrías del que resbalan pequeñas gotas de agua. Con esta carta de presentación partió de Sevilla, su ciudad natal, a la corte de Felipe IV y en pocos años se le otorgó la mayor de las distinciones, la de pintor de cámara. A partir de entonces viviría como un cortesano más ejerciendo su trabajo con incomparable maestría.
Su labor incluía retratos del rey, de los infantes y de los más reputados nobles. Encargos históricos como la Rendición de Breda, otros religiosos como el Cristo crucificado, mitológicos como las Hilanderas y la culminación de toda su carrera, las Meninas. Y entre tanto, y para su gusto personal, llevó a cabo la serie sobre los bufones. En todas las cortes europeas, desde la Edad Media, era costumbre real disponer de una alegre representación de locos, enanos y bufones, que ponían un contrapunto de deformidad en la grandiosidad de los palacios, y que divertían a sus moradores sin la repulsa que hoy en día nos causan tales actuaciones. Diego Velázquez pintó a reyes y a bufones, entre los que destaca la figura inocente y bobalicona de El bufón Calabacillas.
El personaje está como encogido, frotándose nervioso las manos y nos mira desde abajo con esa mirada vacía y esa sonrisa que nos lo dice todo sobre su condición. El bufón Calabacillas en toda la sinceridad de su alma humillada. Luego viene el análisis del arte de Velázquez del que se pueden decir muchas cosas, como que las pinceladas son leves, que el trazo que de cerca parece desmañado al alejarnos cobra vida, que no sé qué y no sé cuantos, pero la realidad es que cuando ves sus cuadros lo único que se te pasa por la cabeza es: “¿Cómo puñetas lo ha conseguido?” porque artistas con una técnica similar, o mejor, los hay y los ha habido, pero el arte no es técnica, es algo más, y ese es el misterio. ¿Por qué Zidane o Iniesta nos resultan distintos con una simple recogida del balón? ¿Por qué una canción de Bod Dylan es genial a pesar de lo mal que canta? y ¿Por qué Velázquez encumbra al pobre Calabacillas a la sala de honor de una de las mejores pinacotecas del mundo?… eso nunca lo sabremos, y así debe ser.
CONSEJOS PARA VER EL BUFÓN CALABACILLAS
El bufón Calabacillas está en el museo del Prado, en la misma sala que las Meninas y alguno de los mejores cuadros de Velázquez. Encuentre su hueco y disfrute de la obra de este genial pintor. Recomendamos no perderse la Rendición de Breda, el Cristo o las Hilanderas.
Para su visita al museo del Prado compre su entrada previamente por internet y evite las horas de mayores aglomeraciones. En el Prado encontrará lo mejor de la pintura española y una selecta muestra de Tiziano, Rubens, El Bosco, Durero, etc.
Cuando en 1865 el pintor Édouard Manet llegó a Madrid se pasó dos semanas recorriendo el museo del Prado y concluyó su visita proclamando a Velázquez como “el pintor de los pintores” y «el pintor más grande que haya habido jamás». No nos extraña ya que el sevillano, con esa pincelada tan suelta, fue un claro precursor del nuevo estilo que se iba a llamar Impresionismo.