El lazarillo de Tormes
En la primera página de El lazarillo de Tormes encontramos esta argumentación: “muy pocos escribirían para uno solo, pues no se hace sin trabajo, y quieren, ya que lo pasan, ser recompensados, no con dineros, más con que vean y lean sus obras y, si hay de qué, se las alaben. Y a este propósito dice Tulio: “la honra cría las artes””. Lo curioso es que estando tan bien razonado el propio autor no se haga ni caso, porque
se trata de un libro anónimo y no hay autor, y por tanto ni alabanzas, ni honra. Nadie sabe quien escribió el Lazarillo de Tormes y las razones, más que en un exceso de humildad, las encontraremos en la Santa Inquisición
que, allá por el año 1554 cuando fue publicada la obra, tenía el poder de decidir sobre las vidas de seglares y religiosos, y el libro satiriza tanto con unos como con los otros. Así que el autor, en previsión de posibles represalias, prefirió el anonimato a la gloria.
Lázaro nos cuenta en primera persona su vida, desde su infancia hasta que se casa. Viene al mundo en el río Tormes, donde su madre le parió y de dónde le viene el apellido, y siendo un niño abandona su hogar para servir a un ciego que le enseñará el arte de sobrevivir en la España Imperial donde hay mucha miseria y mucho pillo. El ciego es tan cruel como sabio y a base de golpes y consejos el niño pierde la inocencia y espabila, y, aunque el encuentro acaba en desencuentro, Lázaro siempre le recordará con cariño “me arrepentí del mal pago que le di, por lo mucho que me enseñó. Qué, después de Dios, él me dio la industria para llegar al estado que agora estoy”.
Después vendrán nuevos capítulos y nuevos amos, y entre todos son los tres primeros los mejores, el mencionado ciego, el clérigo y el escudero, y con todos pasará mucha miseria y si no los abandona es porque “Yo he tenido dos amos: el primero traíame muerto de hambre, y, dejándole, topé con estroto, que me tiene ya con ella en la sepultura; pues si déste desisto y doy en otro más bajo, ¿qué será sino fenecer?” y así le vemos ir dando tumbos de un lado para otro, perpetrando miles de tretas para engañar al hambre y a sus amos. A partir de aquí el libro decae un tanto pero, como es breve, se lee de un tirón, y al final, con su boda y su nueva y disoluta mujer, recobra el buen humor que lo encumbra a los puestos más altos de la literatura en castellano.
Lázaro tiene dos dones, el de contar las cosas de manera divertida y el de una primorosa prosa como solo encontramos en el Siglo de Oro Español. Un juntar las palabras en ocasiones de forma casi indescifrable que hacen que el libro sea difícil de leer pero con esa elegancia de decir las cosas con mil retruécanos que, a pesar de todo, suena tan bien.
CONSEJOS PARA LEER EL LAZARILLO DE TORMES
El Lazarillo de Tormes inaugura un género literario denominado la novela picaresca del que tenemos otro ejemplo sobresaliente en El Buscón de Francisco Quevedo que en su día ya reseñamos y recomendamos.
El libro termina diciendo: “De lo que aquí adelante me sucediera avisaré a vuesa merced” con lo que parece dar a entender que habrá una segunda parte. Pero no hubo tal, o al menos no del mismo desconocido autor, otros lo pretendieron pero con más fracaso que gloria.
El libro estuvo prohibido por la inquisición por su crítica inmisericorde a determinadas prácticas religiosas pero su repercusión fue tal que incluso el término lazarillo, persona o animal que guía a un ciego, viene precisamente de este singular personaje, el lazarillo de Tormes.