Chillida y El Peine del Viento
Eduardo Chillida (1924 – 2002) constituye una anomalía dentro del arte moderno, es bueno. Para comprender su dimensión como escultor recomendamos conocer tres enclaves, dos reales y uno imaginado. El primero es El Peine del Viento situado en uno de los extremos de la ciudad de San Sebastián, donde la playa se difumina y los acantilados cierran definitivamente la bahía de la Concha a cualquier posibilidad de crecimiento urbanístico.
Allí el arte se aferra a las rocas al azote de los vientos y al empuje de las olas que chocan contra la costa. Tres esculturas de hierro retorcido componen un equilibrado conjunto sobre el horizonte.
Se accede por una serie de terrazas que se van adaptando a la abrupta orografía según el diseño del arquitecto Peña Ganchegui, y que, en los días de tormenta, adquieren todo su significado cuando el mar embravecido choca contra los diques y penetrando por unos tubos enterrados surge en forma de geiser. Todo un espectáculo.
El segundo enclave real es Chillida Leku, el museo ideado por Chillida en la localidad de Hernani, una zona degradada por la industrialización y el crecimiento acelerado, en la que surge como en un remanso de tranquilidad este singular espacio al abrigo de un antiguo caserío vasco. “Un día soñé una utopía: encontrar un espacio donde pudieran descansar mis esculturas y la gente caminara entre ellas como por un bosque.” Nos cuenta el propio escultor, y, sinceramente, lo consiguió. No sabemos si es el entorno, el verdor de la naturaleza, el sabor de la cultura vasca o las monumentales esculturas, pero cuando se visita se perciben unas vibraciones especiales.
El tercer enclave, pero este imaginado, es Tindaya. Chillida contempló la montaña mágica de Fuerteventura, en las islas Canarias, e imaginó sus entrañas horadadas. Un increíble vacio de enormes dimensiones en el que la luz penetra por dos lucernarios perforados en la roca. Una escultura para contemplar desde dentro, un espacio único, un reclamo turístico de incalculable valor. Pero no se pudo llevar a cabo, demasiado coste, demasiada burocracia y demasiadas demandas ecologistas. El ecologismo está muy bien, y es absolutamente necesaria, pero todo tiene su medida. Según sus parámetros actuales en la vecina isla de Lanzarote Cesar Manrique jamás hubiera podido llevar a cabo la sobresaliente obra de los Jameos del Agua, una intervención brutal en un delicado ecosistema, que se ha convertido en uno de los mayores reclamos turísticos de esta pequeña y bella isla. Lanzarote tiene a Cesar Manrique y Fuerteventura no tiene a Chillida, y ahora elija que isla prefiere visitar.
CONSEJOS PARA VER LA OBRA DE CHILLIDA Y EL PEINE DEL VIENTO
Como ocurre siempre con el arte, y especialmente con el arte moderno, lo importante es dejarse llevar y sentir. Chillida es la personificación de la cultura vasca, sobria y sincera, pero también un artista universal “Yo soy de los que piensan, y para mí es muy importante, que los hombres somos de algún sitio. Lo ideal es que seamos de un lugar, que tengamos raíces en un lugar, pero que nuestros brazos lleguen a todo el mundo, que nos valgan las ideas de cualquier cultura.”
Se puede ir hasta El Peine del Viento dando un largo y agradable paseo desde el casco antiguo de Donosti, cruzando la playa de la Concha para llegar a la de Ondarreta. También se puede aparcar el vehículo en el mismo barrio de Ondarreta.
El Chillida Leku estuvo cerrado durante muchos años y recientemente ha vuelto a abrir, lo cual agradecemos. Recomendamos comprar la entrada previamente y poner en marcha el GPS para llegar, que su localización no es fácil de encontrar.