La ronda de noche
A La ronda de noche de Rembrandt siempre se puede volver como suele ocurrir con las formas de arte más elevadas. Para ser conscientes de su dimensión resultan interesantes las comparaciones, porque está colocado en la sala de honor del Rijksmuseum de Ámsterdam junto a otro enorme cuadro, La Compañía del capitán Reynier Reael del pintor Frans Hals, que es una muy buena pintura y que trata la misma temática, un grupo de aguerridos ciudadanos holandeses que posan para la posteridad con sus mejores galas. Frans Halls los pone alineados y estáticos como burgueses bien acomodados, Rembrandt en un barullo de tambores y banderas dispuestos a marchar al combate.
Eran retratos de grupo y se pagaban en correspondencia, en el de Frans Hals todos habrían pagado más o menos lo mismo, en el de Rembrandt los dos resplandecientes personajes centrales deberían haber pagado ellos solos toda la factura, el resto está como escondidos en la penumbra, y si se fijan bien a uno solo se le ve un ojo. No sé cuánto habría tenido que pagar por ese ojo, aunque fuera pintado por el mismísimo Rembrandt.
La ronda de noche de Rembrandt.
La Compañía del capitán Reynier Reael de Frans Hals.
Rembrandt está considerado el maestro del claroscuro, que básicamente consiste en generar grandes sombras de las que surgen con una luz deslumbrante los elementos más destacados del cuadro, y La ronda de noche es uno de los mejores ejemplos de esta técnica. Luego está esa pincelada tan suelta, que pone el color exacto en el sitio exacto en el momento exacto, y que tan pocos son capaces de lograr. De Rembrandt decían, en tono de burla, que utilizaba tal grosor de pintura que a sus retratos se les podía coger por la nariz… esas gruesas pinceladas que ahora tanto valoramos.
Rembrandt (1606-1669) es coetáneo del otro gran pintor universal, Diego de Velázquez (1599-1660), y aunque no se conocieron los dos comparten el pódium más alto de la pintura. Lo que resulta curioso es que el primero fue lo que se puede considerar un buen burgués, y el segundo un pintor de la corte, y los dos trabajaban por dinero llevando una vida monótona sin sobresaltos ni orejas que cortar. Buenos tiempos aquellos en los que al artista se le valoraba por su obra y no por su vida exagerada, o por la estúpida y vana polémica de sus artefactos.
Los últimos años de vida del pintor no fueron afortunados, había perdido parte de su prestigio, tuvo que vender la casa de sus sueños acosado por las deudas y su único hijo, Titus, murió por la peste dejando una hija póstuma. Este dolor, y este cansancio, quedó inmortalizado en uno de sus últimos y mejores cuadros, El regreso del hijo pródigo, en el que un joven agotado recuesta su cabeza en el pecho acogedor del padre al que sabe que siempre puede volver. Rembrandt es un poco como ese padre, nunca te falla
CONSEJOS PARA VER LA RONDA DE NOCHE
La ronda de noche de Rembrandt está en el Rijksmuseum de Ámsterdam, junto con alguna de sus otras obras entre las que destacamos Los síndicos de los pañeros y La novia judía. Además encontrará muchos cuadros famosos y una selección de lo mejor del arte decorativo. Les recomendamos elegir bien lo que se desea ver, evitar en la medida de lo posible las aglomeraciones y no pasarse el día de sala en sala que todo, hasta lo más bueno, termina por cansar.
Cerca del Rijksmuseum está el museo de Van Gogh y que también se lo recomendamos, mejor para otro día, en su visita a Ámsterdam.