Francisco de Goya y sus obras
Francisco de Goya y sus obras son la consecuencia de una desesperación, la de no poder oír. Nace en Fuendetodos, Zaragoza, en 1746, poseedor desde pequeño de cierta maestría para la pintura y de una tozuda ambición para hacer carrera y convertirse en pintor de la corte. En 1773 se casa con Josefa Bayeu, hermana del reconocido artista Francisco Bayeu, más para beneficiarse de la influencia de su cuñado que por amor. Gracias a este se instala en Madrid como pintor de cartones para tapices e inicia así una larga y esforzada trayectoria hasta convertirse en pintor real. Es un trabajo menor ya que lo de menos es el cuadro, que es tan solo el modelo que se utilizará en los telares para realizar el tapiz que finalmente adornará los más elegantes salones de palacio. Así durante diecisiete largos y tediosos años, de 1775 a 1792, y entonces, para su desgracia y nuestra dicha, Goya se quedó sordo.
En 1793 Goya cae enfermo, no se sabe cuál fue la causa, pero si la consecuencia, dejó de oír y la sordera le hundió en un inevitable aislamiento. Una personalidad arrolladora como la del aragonés enclaustrada en un silencio absoluto, con los pinceles como única tabla de salvación. A partir de entonces solo iba a escuchar a los personajes que habitaban en su imaginación. Goya, en su soledad, se convierte en un genio.
Comienza su nueva etapa realizando los grabados de los Caprichos, le siguen excepcionales retratos, como el de la familia de Carlos IV de una técnica casi impresionista, y tras la cruel Guerra de Independencia los grandes lienzos de La carga de los mamelucos y Los fusilamientos del tres de mayo.
Pero lo que le hace terriblemente singular son sus pinturas negras, cuando cansado y enfermo, rechazado por el nuevo rey, Fernando VII, que desprecia su arte, se refugia en su casa, la llamada Quinta del Sordo, en cuyas paredes recrea un mundo oscuro y atormentado, de aquelarres, rostros descompuestos y muertes a garrotazos. Solo para él, sin las trabas de los encargos, sin la necesidad de agradar al cliente ni de contentar al público. Libre de toda atadura el pincel desgarra las paredes y compone un conjunto fantasmal como pocos han surgido en la historia del arte.
Goya terminará sus días exiliado en Burdeos, temeroso de las represalias del rey por sus ideas liberales. Muere en 1828 acompañado de unos pocos, de los más cercanos, y es enterrado en silencio en Francia hasta que después de un prolongado olvido fue exhumado para regresar a su patria donde le encontraron un digno y eterno acomodo bajo la cúpula de San Antonio de la Florida que el mismo pintó, muchos años atrás.
CONSEJOS PARA VER A FRANCISCO DE GOYA Y SUS OBRAS
Solo hay un lugar para ver a Goya en toda su dimensión, el Museo del Prado, porque allí están sus mejores obras. El Prado es un laberinto de pasillos y salas llenas de grandes y famosos cuadros, y dispone de una zona dedicada exclusivamente a Goya. Podrá contemplar el retrato de la familia de Carlos IV, una de sus mejores obras con ese vestido de la reina que es un prodigio de pinceladas sueltas. Luego una sucesión de salas con la maja desnuda y la vestida, Los fusilamiento del tres de mayo y La carga de los mamelucos y alguno de sus mejores retratos.
Arriba están los cartones para los tapices que reflejan cómo pintaba Goya antes de quedarse sordo.
Y abajo, como escondidos, y no sabemos por qué, las pinturas negras, en una sala solo para ellas, con lo que de una amplia panorámica entenderán lo que sentía Goya al cerrar la puerta de su casa. Saturno devorando a su hijo, el duelo a garrotazos, aquelarres, multitudes de rostros desencajados y ese perro solitario, hundiéndose.
Si no les gustan las pinturas negras no pasa nada, son un tanto difíciles de apreciar, pero si les hemos ayudado a comprenderlas nos es suficiente. Procure visitar el museo cuando haya menos aglomeraciones y después de ver a Goya ahí queda Velázquez y toda una larga lista de lo mejor de la pintura universal.