El juicio final de Miguel Ángel
El Juicio final de Miguel Ángel es una obra sin vocación, ya que Miguel Ángel no era pintor, era y se consideraba a sí mismo escultor, y probablemente el mejor que ha existido desde que la humanidad se dedica a cincelar y pulir los mármoles.
Para que se hagan una idea Miguel Ángel, con tan solo veintiséis años, comenzó a esculpir un enorme bloque de mármol de más de cinco metros de altura del que habría de surgir la figura perfecta y en tensión de un joven con una honda que está a punto de enfrentarse con un gigante. Terminó el David tres años más tarde, en 1504, y cuando los asombrados florentinos lo contemplaron le pusieron a su autor el apodo de “El divino”.
A partir de entonces el divino Miguel Ángel habría de trabajar para las personalidades más ricas e importantes de la época, entre las que se encontraba el Papa Julio II, un belicoso pontífice que recuperó los Estados Pontificios a base de guerra y diplomacia. Enérgico, autoritario y amante de las artes Julio II ordenó a Miguel Ángel que pintara el techo de la capilla Sixtina, y el afamado escultor, que apenas había pintado hasta entonces, se creció ante el reto y durante cuatro agotadores años (1508-1512) llevó a cabo una de las más extensas e increíbles creaciones que ha dado la humanidad.
Pasaron los años, con grandes proyectos pero pocos frutos, hasta que a la tardía edad de sesenta y un años el nuevo Papa, Pablo III, solicitó a Miguel Ángel que completara su obra de la Capilla Sixtina y pintara la pared del altar con un gran mural sobre el Juicio Final, ya saben, el instante último en el que todos vamos a morir y recibiremos el justo premio a nuestras buenas obras o la más implacable de las condenas por las malas. El artista recreó un Dios robusto y lampiño que ocupa la posición central junto a la Virgen María, y en torno al cual surge una masa de cuerpos en agitada turbulencia en la que unos suben al paraíso ayudados por los ángeles y otros caen al abismo arrastrados por los demonios.
En esta confusión encontraremos a los santos rodeando la figura central de Dios entre los que está San Bartolomé, desollado en martirio, y que sostiene su propia piel en cuyo rostro Miguel Ángel se autorretratara, dos condenados que se aferran a una frágil cuerda que sostiene un robusto ángel, un hombre desesperado que, inmovilizado por el horror, es arrastrado al infierno por los demonios y, en definitiva, un maremágnum con las más terribles de las pasiones humanas.
Miguel Ángel trabajó subido a los andamios durante cinco años y cuando terminó recibió la admiración y el aplauso general. Con el tiempo tanto cuerpo desnudo pareció excesivo para la moral de la época y un discípulo suyo, Daniele da Volterra, cubrió las partes pudendas con unos discretos velos, recibiendo desde entonces el humillante apodo del “il Braghettone”. Así ha llegado hasta nuestros días, y así lo contemplan miles de turistas admirados de la obra hercúlea del Divino Miguel Ángel.
CONSEJOS PARA VER EL JUICIO FINAL DE MIGUEL ÁNGEL
El Juicio Final de Miguel Ángel está en Roma, en la ciudad del Vaticano. La Capilla Sixtina forma parte de los Museos Vaticanos, que cuenta con largos pasillos en los que podrá contemplar algunas de las obras maestras de la humanidad y entre las que también destacamos las Estancias de Rafael, que merecen capítulo aparte. Recomendamos comprar la entrada por internet, y tenga en cuenta que la invasión turística es tal que puede resultar molesta. Encuentre su lugar, aíslese como pueda y levante la vista para disfrutar de una de las maravillas de la humanidad.
En la Basílica de San Pedro está la Pietat de Miguel Ángel. No se la debe perder por su armonía y perfección técnica.
El David de Miguel Ángel está en Florencia en la Galería de la Academia. En un principio se instaló en la plaza de la Señoría pero se trasladó a cubierto para evitar que se deteriorara a la intemperie.