Van Gogh
Vang Gogh era un tipo peculiar, todo pasión. Lo que hacía, lo hacía a lo bestia: las mujeres que amó le rechazaron asustadas de su desmedido amor, se hizo predicador en una deprimida zona minera de Bélgica y fue el más entregado y martirizado de los misioneros, tanto, que al final le rogaron que se fuera, y, cuando ya no sabía qué hacer con su vida, cogió unos pinceles e hizo de ellos su religión.
Vivió por y para la pintura, y llegó a pintar más de 900 cuadros de los cuales solo consiguió vender uno, lo que le llevó a la pobreza y a depender de su hermano Theo quien le mantenía, todo un ejemplo de amor fraternal. También le llevó a la locura, o a ser un tipo raro que se cortó una oreja por despecho, que tenía crisis que le recluían por largos periodos en clínicas de reposo y que pintaba como solo puede hacerlo un ser abducido, con una férrea obstinación y una convicción a prueba de fracasos. Hasta que ya no pudo más y se suicidó ¡Pobre Van Gogh! muerto a los treinta y siete años en la más absoluta de las miserias cuando, hoy en día, la venta de uno solo de sus cuadros le hubiera hecho millonario.
Pero una vida de agonías no garantiza la maestría con los pinceles. Locos hay muchos, genios muy pocos. Así que voy a tratar de contarles mis experiencias con Van Gogh, y porque lo incluyo entre los más grandes.
Experiencia 1. El museo de Orsay está en París, y es una elegante estación de tren reconvertida en museo y que alberga la más extensa y mejor colección de obras del impresionismo. Cuando lo visité había una gran sala en la que estaban expuestos cuadros de sus principales maestros: Pissarro, Cezanne, Monet, Gaugin… y Van Gogh. Pues en esa gran sala los ojos se te iban, inevitablemente, a los cuadros de Van Gogh que tenía más colorido y más fuerza que ninguno de sus colegas.
Experiencia 2. Visité la National Gallery de Londres y había una sala dedicada a los impresionistas. Allí me topé con el cuadro titulado “Prado con mariposas” de Van Gogh y lo observé asombrado. Van Gogh había pintado un puñetero campo con cuatro hierbajos (las mariposas son anecdóticas y ni se ven) y había hecho una obra maestra. Había sacado belleza de un paisaje en el que yo nunca me habría fijado, y menos lo habría tomado como modelo para un cuadro.
Experiencia 3. El museo Van Gogh de Ámsterdam cuenta con la más extensa y mejor colección de obras del pintor. Van en orden cronológico y nos muestran la evolución de su pintura, y, al final, encontré tres cuadros de similar formato. Uno era un agradable paisaje, otro era el famoso “Trigal con cuervos”, que se considera una premonición de su muerte, y el tercero era “Paisaje con el castillo de Auvers”, donde el castillo ni se ve ni importa, y donde todo el protagonismo lo tiene un increíble árbol de un verde oscuro casi negro sobre un cielo amarillo deslumbrante que parece estar a punto de estallar. No podía dejar de mirarlo, nunca había visto un cuadro tan bestia.
Van Gogh, en su último año de vida llegó a pintar un cuadro al día, unos buenos, otros peores, y algunos auténticas obras maestras. Y sabía que no iba a vender ninguno, lo hacía, simplemente, porque tenía que hacerlo. Eso es la más absoluta entrega al arte.
CONSEJOS PARA VER A VAN GOGH
Como hemos mencionado el mejor lugar para ver a Van Gogh es su museo en Ámsterdam, dedicado en exclusiva a él. No se olvide que muy cerca tiene el Rijksmuseum con alguno de los mejores cuadros de Rembrandt, especialmente la Ronda de Noche, de la que ya les hablamos en su día en esta entrada.
El arte es un cúmulo de sensaciones, y estoy seguro que si ahora vuelvo a ver los cuadros que aquí he mencionado no sentiré lo mismo, y puede que me sienta decepcionado. Me ha pasado otras veces, pero no importa, lo que sentí ahí se queda, y si no me impresiona de igual modo ese oscuro árbol sobre fondo amarillo seguro que lo hará cualquier otro cuadro del gran genio que fue Vincent Van Gogh.