La acróbata de la bola

La acróbata de la bola me reconcilió con Pablo Picasso. Hasta que no la contemplé Picasso había sido para mí un quiero y no puedo. Quiero porque deseaba disfrutar de su arte, y no puedo porque las veces que lo hice no llegué a sentir aquello que he podido sentir al contemplar otras grandes obras del arte universal. Visité el museo Picasso de París, que tiene una extensa colección con alguna de sus mejores obras, el museo de su ciudad natal en Málaga, y el Reina Sofía, que guarda la que es probablemente la obra más conocida del arte moderno: El Guernica. Y de todos ellos salí sin demasiadas ganas de volver.
El Guernica si me parece un gran cuadro, por el valor simbólico que tiene y por la forma en que está tratado. En general, los cuadros de catástrofes o de enfrentamientos bélicos tienen un patina de fracaso, ya que los propios acontecimientos superan a su representación, pero, en el caso del Guernica, el artista desarrolla un nuevo estilo, el cubismo, con el que descoyunta de tal forma a una mujer que sostiene a su hijo muerto en brazos, que su deformación no puede ser más que puro dolor. Nos hemos atrevido a imaginar esa mujer si Picasso la hubiera pintado en su época azul, y este es el resultado.
¿Qué les parece? un fracaso, ¿verdad?, a mí también. El Guernica es la representación más brutal de los desastres de la guerra y solo por ello Picasso merece estar entre los más grandes.
Pero, ¡Ay!, yo hubiera querido más de Picasso, y en estas estaba cuando en una de mis visitas al Prado, paseando por las salas de una exposición temporal, me detuve asombrado ante la acróbata de la bola, y no pude apartar los ojos de esa ágil niña que hace equilibrios ante la pensativa mirada de un gigante de circo.
El cuadro pertenece a la época rosa, que vino después de la azul, y que sustituyó los colores fríos por las tonalidades más cálidas y que dejó de lado a los seres más marginales para centrarse en los personajes del circo y en las mujeres. De esta paleta de colores surge la acróbata de la bola, y esa marcada silueta de la niña sobre un fondo que parece a medio terminar me pareció una obra maestra, digna de la gran pinacoteca que es el museo del Prado.
Picasso decía que “pintar como los pintores del renacimiento, me llevó unos años, pintar como los niños me llevó toda la vida”, y la afirmación no nos resulta presuntuosa ya que si contemplamos la obra Ciencia y caridad, que pintó con apenas quince años, no podremos evitar asombrarnos de la destreza de tan prometedor artista. Pero llegó un momento en que Picasso superó a todos sus colegas y quiso ser un revolucionario, y tanto se empeñó en cambiar la historia del arte que se olvidó de pintar grandes cuadros, o, al menos, eso es lo que nos parece, y, al menos, así lo lamentamos.
CONSEJOS PARA VER LA ACRÓBATA DE LA BOLA
El cuadro la acróbata de la bola se encuentra en el museo Pushkin de Moscú, y nos tememos que no volveremos a verlo en mucho tiempo, ya que así como nunca hubiéramos visitado la Alemania nazi con Hitler en el poder, tampoco visitaremos la Rusia de Putin.
Si quieren conocer su obra les recomendamos los museos de Picasso en París, en Barcelona y el Reina Sofía. Picasso afirmaba que “la inspiración existe, pero te tiene que encontrar trabajando” y el hombre se lo debió tomar al pie de la letra ya que su prolífico trabajo dio como fruto más de 15.000 obras.