Firmin
Firmin es una rata que lee libros, tantos como los que encuentra en el sótano de la librería en la que nace y crece. Su hermanos de camada se dedican a lo que todo roedor debe hacer, correr por nauseabundas alcantarillas en busca de comida, pero Firmin tiene otras aspiraciones que le llevan por los caminos polvorientos del Quijote a los mares turbulentos de Moby Dick.
También frecuenta el cine Rialto, especialmente en su sesión nocturna, donde la programación se centra en el porno y sus beldades. Con un cuerpo deformado por una enorme cabeza que sustenta un cerebro superdesarrollado, y con tan vasto bagaje de conocimientos, su visión del mundo no puede ser más sarcástica. Firmin nos va contando su vida a lo largo del libro con una mezcla de humor y dolor, sus gustos literarios, sus soledades, sus aventuras por pasadizos y tuberías, y sus contactos con los humanos, principalmente con Norman Shine, propietario de Libros Pembroke, que es su hogar, y con Jerry Magoon, un estrafalario escritor fracasado, borracho y que adopta a Firmin como mascota.
Firmin tiene un buen comienzo, escuchen: “Siempre imaginé que la crónica de mi vida, si acaso alguna vez llegara a escribirla, tendría una primera frase excelente: algo lírico como “Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas” de Nabokov; y, si no me salía nada lírico, algo arrollador, como: “Todas las familias felices se asemejan, pero cada familia desdichada es desdichada a su manera”, de Tolstoi.” A partir de aquí Firmin va comentando párrafos de sus escritores predilectos. Los comienzos de los libros determinan su devenir. Empezamos a leer expectantes, y, si no nos convence lo que el autor nos cuenta, es muy probable que devolvamos el libro a la estantería. Así que el autor se la juega en esas primeras líneas, y pone todo su empeño en ellas. Francis Ford Coppola, el genial cineasta, decía que al comienzo de la película siempre ponía la segunda mejor escena, y que la mejor de todas se la reservaba, lógicamente, para el final. Pues con los libros debería ser parecido.
Firmin es un libro agradable, de vez en cuando te ríes, o sonríes, con las ocurrencias de tan singular rata, y del descerebrado de Jerry Magoon, pero, a mi modo de ver, tiene un defecto: Firmin sabe leer pero no hablar, ni con sus congéneres ni con los humanos, y el libro se convierte así en un largo monólogo. Cervantes, en la primera parte del Quijote, lanza a su caballero andante a los caminos y a las pocas páginas le hace regresar en busca de un escudero. Cervantes sabe que El Quijote por sí solo no vale, necesita el contrapunto de Sancho Panza para sus aventuras… y para tener alguien con quien dialogar. No son el uno sin el otro, y a Firmin le habría venido bien hablar.
CONSEJOS PARA LEER FIRMIN
Es un libro de unas trescientas páginas, está bien escrito y es suficientemente ameno como para llegar hasta el final. Su autor es Sam Savage (1940-2019), autor estadounidense, que estudió en Yale, tuvo distintos oficios como mecánico de bicicletas, carpintero o pescador de cangrejos, y que alcanzó el éxito con Firmin, que fue un superventas especialmente en Europa.
Hemos leído la edición de Seix Barral que tiene una buena traducción de Ramón Buenaventura.
Un libro que no te puedes perder:
Simétrico
Dos hermanos gemelos sincronizan sus movimientos de tal forma que quien les contempla cree estar delante de un espejo. Con este don de la simetría sobreviven como titiriteros en la España de la Reconquista,
hasta que el amor por una misma mujer se cruza en su camino y, lo que antes era armonía, se convierte en conflicto. Estalla la guerra entre hermanos y también entre moros y cristianos.
A la venta en AMAZÓN