Desayuno con diamantes es, fundamentalmente, Audrey Hepburn y una música maravillosa. En la primera escena un taxi recorre de madrugada las calles vacías de Nueva York hasta detenerse junto a la tienda de diamantes Tiffany`s.
Grease significa “brillantina o gomina para el pelo”, y es que el protagonista, Danny Zuko, un jovencísimo y tirillas John Travolta, se pasa toda la película repeinándose su frondoso tupé con el peine que guarda en el bolsillo.
Es una película con un título genial. Amanece, que no es poco resume toda una filosofía de vida, y si no se lo cree, asómense cada mañana a la ventana y sorpréndanse de que el sol salga inmutable, día tras días, en el milagro de la vida.
Estamos ante la obra cumbre de Sergio Leone (Roma 1929-1989) lo cual ya es mucho decir. Sergio Leone fue un director de cine italiano que se hizo famoso por poner de moda un género cinematográfico, el llamado spaghetti western, un despectivo nombre en el que se mezcla el Lejano Oeste con la comida italiana.
Es una divertida película de enredos en la que un actor de poca monta, Michael Dorsey, interpretado por Dustin Hoffman, lleva meses sin conseguir ningún empleo y, desesperado, acude a un casting para una exitosa telenovela ambientada en un hospital transformada en Dorothy Michaels, una repeinada señora, todo gafas y sonrisas.
Ciudad de Dios es como la vida misma: una favela brasileña en la que “lucharás pero nunca sobrevivirás, correrás pero nunca escaparás”, que es, más o menos, el lema de esta película.
El comienzo de la película lo explica todo, unos jóvenes con aspecto alucinado corriendo por las calles de Edimburgo perseguidos por la policía mientras la voz del protagonista Mark Renton, al compas de una pegadiza música, narra una especie de elegía sobre el sentido de la vida.
Cuando estrenaron Blade Runner en 1982 debieron poner una fecha más lejana para el desarrollo de la acción, porque el futuro ya ha pasado y la realidad no se parece demasiado a la imaginaria ciudad de Los Ángeles de la película en la que nunca sale el sol, llueve constantemente, los coches vuelan, los edificios son mastodónticos y, curiosamente, no hay teléfonos móviles.
La película es descarnada, porque los personajes lo son, en una España rural empobrecida y analfabeta, los pobres campesinos son humillados y los ricos terratenientes son despreciables.
Charlot, ¿Quién no conoce a Charlot? ese ser imaginado por un genio. Lo curioso es que apareció en escena casi de casualidad. Charles Chaplin, su creador, en su autobiografía cuenta que le invitaron a participar en un rodaje para hacer una escena cómica